La parte antigua de Saint-Malo (Intramuros) es una isla rodeada de agua y de murallas por todas partes. La reconstrucción después de la II Guerra Mundial es una maravilla. La ciudad es muy agradable.
Empezamos dando un paseo por la muralla, desde la que se ven, sobre todo, las torres y puertas, las playas, la costa y la islas de Grand-Bé, con su Fuerte Nacional y la tumba del escritor Chateaubriand; y Petit-Bé, con otro fuerte.
También se ven monumentos como el del corsario René Duguay-Trouin.
Integrado en la muralla está el Chateau de la Duchesse Anne, que es hoy el Ayuntamiento y que alberga el Museo de Historia.
Pero para ver la ciudad lo mejor es adentrarse en sus preciosas calles como la Sainte Barbe, la Grand Rue, la des Cordiers, des Forgeurs, de Fosse... y sus plazas como la de la Poissonnerie (pescadería) o la del Marché aux Legumes (mercado de verduras).
Por supuesto hay que entrar en la catedral de Saint-Vincent y ver el edificio más antiguo de Saint-Malo, la Maison Internationale des Poètes et des Escrivans, de la calle Pélicot, que sobrevivió al incendio de 1661 y a los bombardeos de 1944.
