Salimos de Mont Saint-Michel, en la frontera entre Normadía y Bretaña, hacia Saint-Malo, ya en la Bretaña. Nuestro hotel, el Interhotel Anne De Bretagne, estaba intramuros y, como hay muchas calles peatonales dimos un montón de vueltas por las callejuelas hasta que dimos con él. Eso sí, todos los hoteles están muy bien indicados.
Descansamos un rato y nos fuimos a dar un agradable paseo por las murallas. Ya se hacía de noche, así que dejamos la visita turística para el día siguiente y nos concentramos en la gastronómica.
En la guía recomendaban varios sitios, pero no conseguimos dar con ellos, así que nos quedamos en la animada zona alrededor del Ayuntamiento (plaza Chateaubriand) y de las puertas de Saint-Vincent y Grande Porte en la muralla.
Nos costó decidirnos, pero al final entramos en un sitio muy pequeño donde todo el mundo estaba comiendo mejillones.
Aquí nos enteramos qué era Saint-Jacques. No venía en el diccionario pero pensamos que era algún tipo de pescado. Pues no, se trataba de vieiras. Después de saberlo, el nombre tiene su lógica. Saint-Jacques es Santiago en francés y la concha que lleva y que simboliza Santiago, es la de la vieira. Ya no se me olvidará.
Pues Justo pidió una brocheta de vieiras y yo me lié con los mejillones con patatas fritas. Estaban muy buenos, pero me pillé un empachó, que no sé cuando me apetecerá de nuevo comer mejillones...
Para acabar nos dimos otro paseo y nos tomamos un calvados en L’Alchimiste, en la calle Saint-Thomas, un pub muy agradable decorado con libros antiguos.
Yo había leído algo sobre el calvados normando, sabía que se hacía con manzanas (traídas de Asturias), y que era una bebida alcohólica, pero no sabía exactamente qué era.
Pues en L’Alchimiste, lo descubrimos. Es una especie de brandy de manzana. Demasiado fuerte para mí, aunque luego llevamos una botella a España y parece que tuvo éxito.
Y de allí a dormir a nuestro hotel.
